Tú y yo

Tú, que escogiste la corona de espinas
que resguarda el tiburón en su mandíbula,
haz de lamer la última gota del semen
que emerge de las llagas que el sol
dejó en el fango que modeló mi rostro.

Un molde cuyo pretérito fue conjugado en futuro
para decirle al agua que en el presente cae en tus manos:
¡Condénsate en mis ojos para forjar la niebla!
¡Alivia mis facciones antes de que el viento
extinga la mueca que precede al dolor!

Tú, que escribiste de la savia
en la cual fermentamos la soledad,
has de calzar los zuecos forjados de la sal
con la que dimos significado al fuego
a través de los colores en los que otros vieron magia.

Hechizos que inundan el vacío
con la nada que contiene las gotas de luz
que determinan el infinito.
Los cuerpos de lo invisible. La nulidad,
esa en la que, sin embargo, existo.

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